Este es el testimonio de un grupo de jóvenes italianos que partió al encuentro de otra cultura. Fueron por algunas semanas a la comunidad de Hermanas nsa de Diabo, en Burkina Faso.
¿Cómo maduraste tu elección de ir a Burkina Faso?
-Se podría decir que fui
contagiada por el entusiasmo de las personas que antes que ya hicieron ésta
experiencia. Ver sus rostros resplandecientes y la alegría que tenían al volver
de la misión, me hizo comprender que partir era la mejor decisión. Siempre me
atraía la idea de realizar un viaje misionero, pero no se daba la
oportunidad…hasta que finalmente llegó el momento y no dudé en tomar la
decisión. R.T.
-Esta fue mi segunda experiencia
en Burkina Faso. El año pasado decidí partir después de haber escuchado el
testimonio de la Hna. Alma Comi, en la Misa dominical. Yo estaba con una amiga,
y las palabras de la Hna. Alma, fueron directo a mi corazón. Ella describía una
realidad que parecía que me estaba esperando. Ella terminó su testimonio
diciendo: “Quizás después de escuchar mis palabras, alguno o alguna tenga
deseos de venir al África..”
Al final de la Misa, nos anotamos
para formar parte del grupo que empezaría a prepararse para una misión breve en
Burkina.
Después de haber visto durante mi
primer viaje, el lugar, las necesidades concretas y el gran compromiso de la
Hna. Alma, decidí repetir la experiencia éste año.
Quise volver para realizar lo que
más me gustó hacer el año precedente: hacer jugar a los niños y niñas! Entonces
con otros jóvenes que también partirián a
la misión, organizamos momentos de animación para realizar en una de las
aldea. Fueron tres jornadas que regalaron sonrisas a tantos niños y niñas, a
sus madres, a los padres, a los abuelos.
Aún tengo muy presente en la
memoria la cálida bienvenida y acogida que nos ofrecieron desde el principio.
Salieron a nuestro encuentro, con cantos y bailes. Bastaba cruzar sus miradas
para, sentirse bienvenido!
Fueron momentos muy ricos, de
gran intercambio: cantos, bailes, diversión, y gestos de amistad como abrazos y
apretón de manos que nos hicieron tanto bien y nos ayudaron a conocernos unos a
otros. B.B.
Qué perspectivas tenías de éste viaje?
-Traté de partir con la mente abierta, para poder conocer una nueva
realidad sin prejuicios.
Algunos me preguntaban ¿Qué vas a hacer, cómo vas a ayudar? Mi
respuesta era evasiva; hablaba más bien de la animación que haríamos en una
aldea. Yo pensaba más bien en conocer una realidad distinta y no estaba tan
preocupado por lo que podría hacer para ayudar. R.R.
-Me preparé al viaje con serenidad, confiando que el Señor me
acompañaría tanto en los momentos felices como en los más complejos. R.T.
-Mi deseo de ayudar un poquito, desde mis posibilidades, y la
“curiosidad” de conocer una cultura completamente distinta a la mía. A.M.
-En éste viaje misionero, quería ser como una esponja para impregnarme
al máximo de aquella cultura tan diversa a la mía. Al escuchar el testimonio de
la Hna. Alma, sentí un profundo deseo de partir y mirar aquella nueva realidad
con gran respeto y con los ojos del corazón. No niego que también sentí miedo:
miedo por aquello que no conocía, miedo de no lograr adaptarme, miedo a las
distintas emociones y sentimientos que surgirían en mí. B.B.
Qué te imnpactó al llegar a Ouagadougou? Y más tarde, en Diabo?
-Primero, fue el largo viaje desde Ouaga hasta Diabo. En Diabo, pese a
lo breve de nuestra estadía, pude ver algunos aspectos sobre la vida, el
misterio, las casas: algunos eran como me lo imaginé, otras, eran muy
distintos. El contexto rural de Diabo, corresponde más al imaginario que
tenemos sobre “Africa” en Europa. La sencillez de la vida y de la gente, nos
permitió y facilitó la adaptación progresiva. R.R.
-Había escuchado la descripción del Burkina de quienes ya habían estado
allí, pero hasta que no se hace la propia experiencia, no se puede imaginar lo
que realmente se descubre.
La capital, Ouaga, es una gran ciudad pero no es el reflejo del país, y
menos de Diabo. Para mí, Burkina Faso es la tierra colorada, pero también tiene
el color de su gente: mujeres buscando y trasportando agua, niños en la calle
que deben crecer y madurar antes de lo previsto…pero sobre todo, el Burkina es
sonrisas, manos tendidas en señal de amistad y abrazos fraternos, danza y mucha
alegría. B.B.
Qué riquezas descubriste al encontrarte con una cultura tan distinta a la tuya?
-Tuve la impresión que se trata de un pueblo que ama dialogar, hablar, y
que se toma el tiempo para hacerlo. Mujeres que tienen mucha fuerza. Un pueblo
con mucha energía, sobre todo en los niños. Un pueblo con una gran dignidad.
R.R.
-He descubierto el don de la hospitalidad: aunque no tenían grandes
cosas para ofrecernos, hicieron todo lo que estaba a su alcance para que al
visitarlos nos sintiéramos como en nuestras propias casas. El valor de la
simplicidad: gracias a todos los niños que jugaron con nosotros, he comprendido
que es fácil divertirse con otros, aunque más no sea bailando y cantando al
ritmo del tambor. F.T.
-He comprobado que no es necesario tener todo lo que dicta la moda para
vivir feliz y que se puede vivir contento aún con muy poco. G.M.
Quieren compartir algún hecho que los haya conmovido más? Qué cosa cambió en Uds.?
-El primer día que fuimos a Silmitenga para la animación con los niños,
cuando llegamos, fuimos rodeados de una marea de niños. Una de las niñas me
tomó por la mano, y nuestras miradas se encontraron. En ese momento me sentí
acogida. Y entonces comprendí que ya no estaba allí para una experiencia
personal, sino para una experiencia de vida en comunidad. R.T.
-El encuentro con Pascalina me conmovió profundamente. Cuando entré en
su cabaña, no pude contener mis lágrimas pensando en cuántas veces me lamento
por cosas que no tienen importancia. Ella está enferma, sin embargo, estaba
ante mí con una gran sonrisa. Ella, para mí, es una heroína, un modelo a
imitar. Cada vez que estoy en dificultades, me viene su rostro a la mente y me
ayuda a continuar, sin quejarme. Me recuerda que pese a todo la vida es bella,
y sobre todo, que es hermoso sonreír. B.B.
Qué dirías a tus amigos y demás jóvenes?
-Algunos de mis amigos decían que era una locura lo que hacía…hoy, no
tengo duda de que hice la elección correcta. No es que todo haya sido fácil,
pero estoy segura que éstas experiencias que sacuden nuestro pequeño mundo, nos
ayudan a crecer, aprender, abrir los ojos a otras realidades. F.T.
-Yo les diría:
Vayan con el corazón para amar y acoger, con las manos listas para
ayudar, con la sonrisa para regalar, con los brazos preparados para abrazar,
con los ojos dispuestos a observar y emocionarse sin temor, con las piernas
dispuestas a saltar y bailar! B.B.
-Les aconsejo ir y conocer a los misioneros que son un verdadero
ejemplo. La Hna. Alma da la vida por ese pueblo. En sus palabras y gestos se
percibe todo el amor que les tiene. Para mí, ella fue una guía especial, me
acompañó y nunca me dejó sola. R.T.
Traducido de la revista "Regina Apostolorum", de las Hermanas nsa de Italia. Marzo 2015.
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