martes, 25 de agosto de 2015

MISION EN MONTREAL: AL SERVICIO DE LOS REFUGIADOS E INMIGRANTES

"Todo lo que hicieron a los más pequeños de los míos, a Mi me lo hicieron." (Mt 25,40)

La misión está en el centro de mi llamado a la vida religiosa en las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles. 
Después de haber vivido más de 35 años en Egipto, mi país de origen, pude finalmente realizar mi sueño misionero en Montreal recibiendo y acompañando a los extranjeros que llegan al país, que en su mayoría son de lengua árabe, pero también proceden del África sub-sahariana, latinoamericanos y en menor cantidad, de Europa del Este.

Algunos de ellos, después de haber logrado salvar sus vidas huyendo de las guerras civiles, la inseguridad y las violencias de sus países de origen, necesitan encontrar personas que los reconforten, los orienten y caminen con ellos para ayudarlos a adaptarse a la nueva vida e integrarse gradualmente en la sociedad de Québec.

¿En qué consiste ésta misión? 
Por una parte, ésta misión es de acogida y acompañamiento. 
Encontrarse "extranjero" y recomenzar su vida en un nuevo país, no es fácil. La pérdida de las referencias socio-culturales son parte del duelo a vivir para poder adaptarse a una cultura diferente: idioma, costumbres, tradiciones, religión con sus diferentes ritos, hábitos de vida, de trabajo, de educación, sin olvidar el clima con temperaturas que en invierno oscilan entre los -20 y -30 grados Celsius...

Cuando las personas se presentan por primera vez en la parroquia en el "Servicio y ayuda a los refugiados e inmigrantes", en general son enviados allí por personas de su misma cultura que se sintieron acogidos y además encontraron respuesta a sus necesidades inmediatas: alimentos, alojamiento, aprendizaje del francés, búsqueda de un primer empleo, formularios y demás trámites administrativos, problemas de salud...
En la entrevista, es primordial la escucha empática de la historia de cada uno y eso permite comprender mejor el sufrimiento, sus necesidades más urgentes y sus aspiraciones. Poco a poco, se van tejiendo relaciones de confianza no sólo con nosotros, sino también con personas de otras culturas que, mientras estaban en sus países de origen eran consideradas enemigas.
Favoreciendo los intercambios interculturales, colaboramos a su integración y también a la "nuestra", pues en tanto que sociedad de acogida tenemos que aprender, conocer nuestras diferencias y compartir nuestras riquezas culturales para vivir más armoniosamente.
A veces, encontramos situaciones dramáticas que portamos en la oración comunitaria y en nuestros corazones. Tratamos de relacionar las personas necesitadas con los recursos con que contamos. De ésta modo se crea una gran cadena de solidaridad entre los que llegan, los voluntarios y los habitantes del lugar.

El "Servicio y ayuda a los refugiados e inmigrantes" forma parte de la "Mesa de Concertaciones para los Inmigrantes y Refugiados (TCRI) que agrupa 139 organismos comunitarios. Éste último es el espacio que nos ofrece formación e información sobre la evolución de las leyes sobre los inmigrantes en Canadá y en Québec. Personalmente, recurro frecuentemente al TCRI para asesorarme ante situaciones demasiado complejas, e incluso, consulto con el abogado que ofrece un servicio gratuito a los organismos asociados al TCRI.

Actualmente colaboro con los padres Jesuitas en un proyecto de padrinazgo en la parroquia Católica Melkita Griega. Tiene como  objetivo, ayudar a las familias irakíes y sirias que fueron desterradas de sus casas o que debieron huír de su país a causa de su fe cristiana. El padrinazgo se hace a través del pedido de algunos miembros de las familias concernidas, que ya habitan en Montreal, o a través del "Alto Comisariado para los Refugiados" que presentan sus pedidos en Québec. 
Tuvimos algunos encuentros de formación e información sobre éste proyecto. Hay todo un equipo de voluntarios que se encargan de todos los trámites en Migraciones. Estos trámites y negociaciones con Migraciones, llevan tiempo. 
Mi rol es crear comunicación ( a través de internet, etc) entre las familias de Montreal y los apadrinados.

Lograr la ciudadanía y luego la ciudadanía definitiva, toma entre cinco y diez años, y a veces más. Durante ese tiempo, las personas viven una gran inseguridad y nosotras tratamos de ser para ellas, una presencia reconfortante.
En colaboración con otra comunidad religiosa del barrio, voluntarios y amigos, acompañamos de diversas maneras a éstas familias: visitas a domicilio, participación a los acontecimientos importantes de sus vidas (nacimiento de los niños, el primer empleo, la residencia permanente..y finalmente la ciudadanía canadiense!). Son momentos de alegría que celebramos con gran entusiasmo.

Lo que me da una profunda alegría es poder caminar con éstas personas y compartir sus vidas. Junto a mis Hermanas, en tanto que misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles, contribuimos a testimoniar que compartir la vida intercultural en el respeto de las diferencias, es fuente de vida y de esperanza.


                              Mariam Doss (Awatef), nsa en Québec.

Traducido del boletín "Punto de Encuentro" del Consejo General de las Hermanas Misioneras Nuestra Señora de los Apóstoles, mayo 2015.

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