El cura párroco se aproximó al grupo de parroquianos con un rostro cargado de preocupación: - "Queridos hermanos y hermanas, tengo que anunciarles una triste noticia: nuestra parroquia ha muerto. Muy a menudo ustedes se quejaban diciendo que ella no era lo suficientemente dinámica, que le faltaba vida...Y bien, ella acaba de morir.
Los invito a despedirse de ella al final de la celebración eucarística."
Cuchicheos por aquí y por allá...
Una vez terminado el último canto de la Misa, los parroquianos se pusieron respetuosamente en fila, para dar el último homenaje a la difunta que reposaba en un ataúd en el centro de la nave principal, y al mismo tiempo, descubrir el rostro cuyos rasgos no habían percibido la mayoría de los parroquianos: - "¿Y?"... murmuran unos a otros..."¿cómo era ella?
Pero he aquí que en cada uno de los que se inclinan para ver en el ataúd, el rostro de la difunta, se nota una brusca reacción de asombro, y se alejan preocupados!
¿Qué sucede?
Cuando por fin llega mi turno, me inclino sobre el ataúd, y para mi gran sorpresa, no veo otro rostro que el mío!...mi propio rostro con enormes ojos de asombro!...
En el fondo del ataúd había un espejo!..
-La Parroquia?
Soy yo, y nadie más que yo.
Jean Vernette
Tal vez ya conocen éste texto. Pero aún así, es interesante reflexionar sobre su mensaje, transportándolo a nuestros diversos lugares de pertenencia.
En efecto, no somos acaso todos/todas miembros de la Congregación, de una comunidad, miembro de un grupo de trabajo, de un grupo de oración, etc..
Acaso no somos todos/todas, ciudadanos del mundo, de un país, habitantes de una ciudad, residentes de un geriátrico, y tantos otros lugares, espacios?..
Entonces, tomemos en serio nuestras responsabilidades personales en cada uno de esos lugares de pertenencia en lugar de quejarnos de su falta de dinamismo, de solidaridad, de vida fraterna...!
Hna. Claire-François Mason, nsa
Traducido del boletín de las Hermanas nsa de Francia: "France Horizon", nº 127.
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