ALGUNOS RECUERDOS DE MANTA
Dar mi testimonio sobre lo que vi y viví hace 45 años, es todo un desafío. Poco a poco, los recuerdos afloran a mi mente y se vuelven coherentes...
La Hna. Denise Bousquet, en ese entonces, Provincial de Benín, podría testimoniar sobre las opciones que hacía la Provincia de Benín en los años ´70, que consistía en abrir pequeñas inserciones respondiendo a llamados bien precisos.
Un proyecto del Padre Clouet, misionero sma, atrajo el interés de la Provincia. Él vivía solo en el corazón del Atacora, en la región ditamari, que en aquella época era llamada "somba". Él buscaba una comunidad de Hermanas para compartir su apostolado de evangelización.
El proyecto era simple, sin necesidad de construcciones ni obras importantes. Existía un pequeño dispensario administrado por un enfermero alcohólico y sin medicamentos. Una escuela con un centenar de alumnos que tenían una asistencia muy irregular. Un internado con unos 15 niños.
Simplemente, se trataba de vivir en ese lugar, un pueblo con apenas unos cientos de habitantes.
La Hna. Claudette Vermette y Thérèse Duseigne, fuimos las dos elegidas para instalarnos en Manta, en una pequeña casa, el 18 de febrero de 1971, después de pasar algunos meses en Boukombé para estudiar el idioma del lugar.
Teníamos la ventaja de la experiencia del Padre Jean Clouet, y pasábamos largas horas en su patio para hablar, organizar nuestro trabajo pastoral, de educación y en la salud.
Él era un hombre estudioso y le gustaba compartir. Era un apasionado de la historia de éste pueblo. Se preocupaba y buscaba los medios para que el Evangelio penetre las raíces de la cultura del pueblo. Era un gran trabajador y siempre estaba dispuesto a prestar servicio . Sabía detectar las fuentes de agua, así que allí donde él indicaba, los hombres comenzaban a cavar sus pozos. Sabía curar las picaduras de serpientes con la piedra negra, trasportaba a los enfermos. También era bueno en la construcción de puentes. Y construyó la iglesia con la forma de un "tatá" (casa típica de la región).
Él entregó todo: su tiempo, su dinero, su salud, su vida...A los 42 años, él entró en la Gran Vida de la cuál siempre hablaba. Lo dió todo en una vida humilde y en un compromiso de todo su ser. Falleció el 18 de febrero de 1973. Se ganó el derecho de los funerales reservado sólo a los ancianos.
Su muerte inesperada sorprendió y perturbó a nosotras y a todo el pueblo.
Nos vimos en la necesidad de asumir todo el trabajo dejado en suspenso por el Padre...gracias a Dios, contábamos con algunos catequistas que el Padre había alcanzado a formar.
Éramos las únicas en la región, que teníamos un Citroën que nos permitía transportar a los enfermos graves y a las parturientas con partos complicados, a través de rutas intransitables.
Más tarde llegó la revolución marxista que provocó mucho miedo. La gente no lograba comprender bien quién era el imperialista...tenían derecho a dudar de nosotras, pero un lugar sagrado nos sostenía.
Vivíamos con la gente y como ellos.
Todavía quedan algunas huellas de nuestro pasaje, pero ninguna construcción.
Algunos recuerdos personales quedaron fuertemente marcados en mi memoria. Tuve que aprender a ser obstetra, muy a pesar mío. Las matronas tradicionales me llamaban muy a menudo, sobre todo Sintwa, que me buscaba a cualquier hora, tanto del día como de la noche. Yo respetaba sus métodos a veces pintorescos, pero otras veces, llenos de astucia y de sabiduría. Por ejemplo, era absolutamente necesario que la frente del bebé tocase el suelo. Había que compartir el caldo picante para purificarnos. Y yo estaba allí! Eso bastaba cuando todo iba bien. Acto seguido, la mamá y el bebé subían a una pequeña habitación en el tatá, junto con una gallinita blanca, y entonces, la mamá confiaba al bebé a la luna creciente.
No fué fácil lograr que la mamá que acababa de dar a luz, coma carne, que no era tabú, pero estaba prohibido consumirla durante 4 meses...Muy pronto se creó una gran complicidad entre nosotras y las mujeres!
Otros de los recuerdos es el de Combi, con tratamiento para lepra, jefe de familia fetichista, que tenía el don de ser griot: cantaba todo lo que escuchaba.
Los encuentros de catequesis bajo la luna, eran muy amenos, ya que Combia cantaba alegremente. Tenía una gran preferencia por el pasaje evangélico que cuenta sobre "el sembrador y las semillas". En tanto que agricultor, comprendía muy bien éste mensaje del Evangelio. Entre todos representaban ésta escena de la Biblia.
También estaba Celestin, el ciego que nos acompañaba a todas partes. Él había sido formado como catequista por el Padre Clouet. En realidad se trataba de una pre catequesis. Reflexiones sobre los hechos de vida o sobre las costumbres. Con mucha frecuencia decíamos que "Jesús está totalmente de acuerdo; o por el contrario, Jesús no está de acuerdo con eso." Y así iba pasando la Buena Noticia, hasta que un día alguien decía: "Pero quién es ese Jesús al que ustedes nombran siempre? Acaso es alguno de nosotros?"
También estaba Fom Fom, una anciana, cristiana, que había adoptado un niño huérfano pese a su gran pobreza. Así como ella, había muchas otras abuelas, tías que criaban a los niños huérfanos, o se hacían cargo de los que quedaban ciegos a causa de la oncocercosis, tan común en esa región.
A veces nuestra pequeña comunidad se dislocaba. Dos sacerdotes estuvieron por muy corto tiempo. Varias de nuestras Hermanas venían para hacernos compañía.
Finalmente dejamos Manta en 1978, concientes de una experiencia corta y humilde, pero rica en amistad y amor.
Hoy, en Sillon de Bretagne, mi actual misión, recuerdo a mis Hermanas, que aquel proyecto en Manta, hace 45 años, ya era profético en su objetivo de "VIVIR SIMPLEMENTE CON..."
Hna. Thérèse Duseigne, nsa
Artículo traducido del boletín de las Hermanas nsa en Francia: "France Horizon", nº 128.
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