miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA SIEMBRA Y SUS FRUTOS

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Mientras escrivo éstas impresiones sobre el viaje, estoy leyendo un libro escrito por el Padre Dario Dozio: "Orígenes de la Iglesia en Costa de Marfil", donde habla de los primeros misioneros de la Sociedad de Misiones Africanas que desembarcaron en ese país a fines de los años 1800. En la tapa hay una foto de uno de los vitrales de la catedral San Pablo, de Abidjan (la capital de Costa de Marfil) que representa a los Padres Alexandre Hamard y Emile Bonhome, desembarcando en las playas de Grand Bassam, un lugar que era ignorado por mucha gente, pero ahora, conocido por todo el mundo desde que sufrió el ataque terrorista de Al Qaeda, que provocó unos veintena de muertos y numerosos heridos.
Estuve allí el pasado enero, junto con el Padre Eugenio Basso y Analissa Tognon (una laica misionera de Padua, que trabaja en la diócesis de Bondoukou). Por supuesto que fuimos a visitar la Catedral San Pablo, que sirvió de refugio durante el ataque terrorista, y el monumento a los primeros misioneros, que se encuentra en el atrio. 

En 1991, hace ya 25 años, dejé Costa de Marfil después de 11 años de misión en las diócesis de Bondoukou y de Abengourou, para responder al servicio de Animación Misionera en Italia. Es lo que se me venía a la memoria mientras descendía del avión el 9 de enero pasado; como también recordaba la primera vez que llegué a Costa de Marfil, junto al Padre Luigi Finotti, aquella tarde del 10 de agosto de 1979.

Ingenuamente, esperaba encontrar el mismo aeropuerto, la misma atmósfera, el mismo calor, los mismos oleres, y hasta tal vez, las mismas personas.
Es verdad que Abidján siempre está ahí, siendo el crisol donde llega gente de todas partes del país y de Africa Occidental, pero es notable a simple vista que está creciendo, agregando nuevos barrios, nuevas calles, nuevas fábricas.
La rápida urbanización me parece uno de los desafíos más urgentes que debe enfrentar la iglesia marfileña: la creación de nuevas parroquias, organizar las comunidades, la construcción de iglesias y diversas estructuras, formar sacerdotes y laicos.
De todos modos, me parece haber encontrado una iglesia consciente y pronta a afrontar éstos y otros desafíos con entusiasmo, personal y medios suficientes.

Junto al Padre Dario Dozio, el sábado 30 de enero, participé de la Misa en la iglesia de San Lorenzo, a cargo de los misioneros de Villaregia. Era una Misa solemne para agradecer a Monseñor Lorenzo Mandjo, obispo de Yopougon, que se retiraba por haber llegado al límite de edad. 
Yo estaba sorprendido de ver el gran número de sacerdotes diocesanos y la cantidad de sacerdotes jóvenes. 
El Padre Dario me comentaba que en ésta diócesis, cada año son ordenados entre 10 y 15 nuevos sacerdotes. Algo para hacer soñar a más de una diócesis italiana!

No tuve la ocasión de viajar a lo largo y ancho de Costa de Marfil. Mi objetivo era visitar a los sacerdotes sma italianos: Padres Marco y Eduardo en Korogo; el Padre Eugenio en la casa de formación de Ebimpé. 

También tenía interés de conocer un poco más a nuestros hermanos africanos de la sma. Por eso participé de la Asamblea sma de la Región de Costa de Marfil, que se realizó en el Centro Chapoulie, del 11 al 14 de enero 2016. Eso me permitió de escuchar a todos mis Hermanos sma que venían de las diferentes parroquias y lugares de Costa de Marfil, tanto de zonas rurales como urbanas, del norte como del sur. 
Pude tener una idea general de la acción misionera que realiza la sma en éste país, que está centrada en el anuncio del Evangelio, a veces en contextos difíciles como por ejemplo en zonas de gran mayoría islámica o en las grandes periferias urbanas. La sma ha tomado seriamente el largo y arduo proceso de reconciliación después de dolorosa experiencia de la guerra civil; tampoco cierra los ojos ante las situaciones de pobreza e injusticia en la que vive una buena parte de la población del país, no obstante el tan exaltado milagro económico.

Pero mis vista a Costa de Marfil, tenía también otro objetivo: peregrinar a la tumba del Padre Franceso Arnolfo, en Adzopé, a casi un año de su muerte. Lo deseaba por la amistad que me unía al Padre Francesco, que se remontaba a los años de formación en Génova, y a la ordenación sacerdotal en 1978. Lo había prometido a la familia del Padre Francesco y también, representaba y llevaba conmigo los sentimientos y deseos de todos los Padres sma que no pudieron participar de los funerales. Así que junto con el Padre Eugenio, pude celebrar la Misa en Adzopé, con las Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles que están en el leprosario y algunos de los enfermos del Hospital.
A través de los testimonios, me dí cuenta de cuánto le importaba al Padre Francesco, vivir profundamente su entrega sacerdotal en aquel lugar de sufrimiento, pero también de fe y de caridad.

La semilla sembrada por los primeros misioneros que dieron su vida en Grand-Bassam, no fue en vano, sino que sigue produciendo frutos abundantes. 

                             Padre Luigino Frattin, Provincial sma, en Génova (Italia) 


Artículo traducido de la revista de la sma de Italia: "Sma Notizie", nº 133, junio 2016.

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