sábado, 17 de diciembre de 2016

EL CORAJE DE GRITAR HACIA DIOS.

Tenemos la certeza, como ya lo dije otras veces, que Dios no se cansa de buscarnos, y que siempre podemos contar con su misericordia.
Esto, sin embargo, no puede y no debe hacernos olvidar que el Señor no desea obligar a nadie a recibir su amor. 
Es a cada uno de nosotros y nosotras, de reconocer simplemente nuestra pobreza, nuestra debilidad; nos toca a nosotros reconocer que necesitamos de Dios. 

Una vez más, el evangelista Lucas, esboza con rápidas pinceladas ésta realidad poniendo en el centro de la escena, un hombre ciego, que está sentado a la salida de Jericó, pidiendo limosnas (Lucas 18, 35-43). Desde hace mucho tiempo depende de los demás en muchas cosas. Pero un día comprendió que su vida podría cambiar.  Habiendo escuchado que pasaba por ahí, Jesús de Nazaret, se puso a gritar sin hacer caso a quienes querían impedírselo: "Hijo de David, ten piedad de mí!". 
Jesús,  en medio de la conmoción de la gente que lo acompaña, se da cuenta de él y de su grito, y le pregunta qué cosa espera de El. "-La vista!", responde el ciego. Y recupera la vista. 

Son diversas las enseñanzas que podemos sacar de éste texto. 
Antes que nada, estamos llamados a captar la presencia del Señor que pasa en nuestra vida, aunque en ciertos momentos estemos o nos sintamos al margen de lo que vive la gente, cuando tal vez no vemos claro en nuestro presente ni en nuestro futuro, cuando el desánimo toma la delantera. 

Es muy importante dejarse y hacerce acompañar por quienes no impiden nuestro encuentro con el Señor. Jesús, el médico divino, puede venir en nuestra ayuda y curar nuestra enfermedad.

El Evangelio termina diciendo que después de haber recuperado la vista, éste hombre que era ciego, "comenzó a seguir a Jesús, glorificando a Dios." 
Es necesario reconocerlo, no siempre sucede así. Estaríamos mejor, desde todos los puntos de vista, si en vez de mirar y hablar siempre de lo que no funciona, de lo que está mal dentro y fuera de nosotros, estuvíesemos más atentos en ver el bien que el Señor realiza en nosotros y alrededor nuestro, y además, pasásemos un poco de nuestro tiempo a darle las gracias por ello. 
Hablar del bien, hace bien y nos hace bien!

                                            Padre Renzo Mandirola, sma



Artículo traducido de la revista de las Hermanas nsa de Italia, "Regina Apostolorum", septiembre 2016.     https://issuu.com/nsaitalia.org/docs/ra_2_2016

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