domingo, 8 de enero de 2017

CARLOS DE FOUCAULD, SEMBRADOR SAHARIANO

Tuve la suerte de participar en las celebraciones del centenario de la muerte de Carlos de Foucauld. 
Sólo dos días más tarde, al hablar con otras personas, comprendí la verdadera significación de esas dos jornadas en Nuestra Señora de Africa. 
El 2 de diciembre en la basílica Nuestra Señora de Africa, el cardenal Philipe Ouéadraogo, arzobispo de Ouagadougou (Burkina Faso), y él mismo, sacerdote de Jesús-Caritas, presentó una conferencia sobre el diálogo interreligioso.
Una y otra vez insistió en "las semillas del Verbo, presentes y activas en las diversas tradiciones religiosas que son un reflejo del único Verbo de Dios que ilumina cada ser humano" y que se hizo carne en Jesucristo.
También nos dió algunas pistas para una mejor comprensión de la última etapa de la vida de Carlos de Foucauld. 

La conferencia de Dominique Casajus, fue como una continuación de lo presentado por el Cardenal. En efecto, nos mostró como, Carlos de Foucauld, pasó los últimos años de su vida recogiendo palabras, léxico, gramática, las expresiones de la lengua y de la cultura tuareg. Se apasionó por la palabra del otro. Su programa de vida estaba totalmente orientado a éste trabajo, al que dedicaba 11 horas diarias, ayudado por algunos colaboradores tuaregs. Fué así que escribió el diccionario tuareg en tres volúmenes, que hasta hoy, es de gran importancia.
En éste momento de su vida, me parece, no escribió más reglas religiosas, como lo había hecho cuando estaba en Béni Abbès. Sino que tuvo un inmenso programa de investigación para un científico que hubiera tenido que consagrar 30 años de vida en Tamanrasset, en "un trabajo de benedictino". Los compañeros que él hubiese deseado cerca suyo, ya no eran monjes que le permitieran llevar una vida más regular, sino, un colaborador especialistas en lingüística  para continuar el trabajo y recoger los treinta mil versos que debían aún ser puestos por escrito para no desaparecer; éstos se agregarían a los seis mil que él mismo ya había recogido.
Ya ni siquiera buscaba traducir el Evangelio, sino que deseaba escuchar lo que le decían los tuaregs. Acaso buscaba en ellos, las semillas del Verbo? Acaso las palabras de los tuaregs se habían vuelto para él, el lugar de la contemplación de Cristo, Verbo eterno encarnado como hombre?

La obra de teatro "Como un viajero en la noche", con la que concluyó nuestro encuentro, así lo sugería. https://www.youtube.com/watch?v=9-rK6Bk8-Bs
El espectáculo está concebido a partir del diccionario franco-tuareg, de traducciones, de poemas tuaregs y de cartas de Carlos de Foucauld. 
El actor Benoît Weeger, acompañado por la música de Bruno Durand, nos muestra a Carlos de Foucauld escribiendo en su pequeño cuaderno, las palabras, las expresiones, los versos recogidos de la boca de los tuaregs, y él repetía una y otra vez esas palabras, como si las saboreara. Y cuando escuchaba los versos de los poemas amorosos, en ocasiones de algunas veladas, en los que el enamorado expresa su deseo, sus búsquedas, y montado en su camello, recorre el camino que lleva hacia su amada, Carlos los transcribía en su pequeño carnet, y se podría decir que en esos versos él mismo encontraba las palabras para expresar su propio deseo, o más bien, el deseo de Dios que viene en la búsqueda del ser humano.

No sé si en las palabras tuaregs, Foucauld escuchaba al Verbo que viene a tomar carne en la carne del ser humano, pero ésta noche, al escuchar al actor protagonista de la obra de teatro, pensé en el libro de Los Proverbios, que pone esas palabras en la boca de la sabiduría:  
"Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obra.
Yo estaba a su lado poniendo la armonía. Día tras día encontraba en eso mis delicias y continuamente jugaba en su presencia. 
Me entretengo con este mundo, con la tierra que ha hecho, y mi gusto más grande es estar con los humanos. Proverbios8, 22. 30-31


También encontré éste texto de la tradición franciscana, donde cuenta que San Francisco, "donde sea que encontrase algo escrito, que se tratase de un texto humano o divino, ya sea que lo encontrase en el camino, en su casa, en la ruta, él lo recogía con la más grande reverencia y lo ubicaba en un lugar sagrado u honorable; y lo hacía con reverencia en caso de que sea el nombre del Señor o algún escrito que se refiera a él. En efecto, cuando un día, uno de los Hermanos le preguntó por qué recogía con tanto respeto aún los textos de los paganos en los que no figuraba el nombre del Señor, él le respondió: "Hijo, porque están las letras que sirven para componer el muy glorioso nombre de Dios, nuestro Señor. Además lo que ese texto contiene de bueno, no pertenece ni a los paganos ni a algunos hombres, sino a Dios de quien procede todo lo que es bueno." (Celano, Vita prima 82)

Carlos de Foucauld era un verdadero misionero del Evangelio, es decir, un campesino que cosecha los frutos de la siembra, que el Sembrador sembró en los campos del mundo (cf. Mateo 9,38 y 13,1).

                                                                                    Hubert Le Bouquin



Artículo traducido del boletín "Le Lien", nº 403, noviembre-diciembre 2016 de la diócesis de Orán, Argelia.

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