Estimado Padre,
a menudo, en la misa del domingo, con el coro, cantamos las maravillas de Dios, entonces, la explosión de alegría que veo a mi alrededor, me hace reflexionar en todo lo que Dios creó para nosotros, sus creaturas. Pero el día en que llegué a Roma, comprendí algunas cosas que me conmovieron hasta lo más profundo de mi ser. Entendí que en realidad, las maravillas de Dios, es lo que somos, lo que sentimos, y lo que hacemos con respecto a sus maravillas; lo que comprendí, con orgullo, es que Dios, cuando creó la tierra con todas las demás creaturas, las creó para nosotros, las puso a nuestra disposición con algún objetivo. Los unos y los otros, cualquiera sean nuestras diferencias de culturas, de razas o de colores, unidos por la fe, tenemos la responsabilidad de hacer lo que es necesario para el bien de la humanidad, en la vida que Jesús eligió para nosotros.
Para entenderlo mejor, basta con mirar la multitud en la Plaza San Pedro, en Roma; éramos muy numerosos, de diferentes nacionalidades, todos unidos por una sola pasíon, la de escuchar atentamente el mensaje del Papa. Yo no entendía lo que él decía, pero era como si cada una de sus palabras eran automáticamente traducidas en mi cabeza, y que cada una de sus palabras estaban dirigidas a mí, peregrina argelina, privilegiada por la cálida acogida que nos brindaron. Sentía como si me hubiesen concedido la posibilidad de fijar el tiempo, para grabar ese momento de modo a que se vuelva eterno en mi corazón y en mi espíritu.
Entonces de simple peregrina argelina, pasé a ser una peregrina con el corazón transformado por una inmensa alegría, abierta al mundo entero, y puedo decir, con orgullo, que cuando cruzamos la Puerta de la Misericordia, no era solamente yo en tanto que persona sino que mi vida entera entró por una puerta y salió por otra, puedo decir que no soy la misma persona, que me siento transformada. Pues hubieron momentos tan fuertes durante nuestra visita!...visitamos lugares tan mágicos que me sentí envuelta por una inmensa dulzura que me llenaba de paz, de serenidad, y de esperanza como si Dios me tomaba en sus brazos para decirme, "estóy aquí, confía!"
Y el más intenso de esos momentos, que me transportó muy lejos- como arrojada a un mundo mágico donde me sentía perdida entre el sueño y la realidad- es el momento en que entramos en la capilla privada del Papa. Allí, me dí cuenta de la suerte que tengo de estar involucrada en la historia de Jesús, sacudida por la intensidad del momento, una pregunta me surgía una y otra vez: estoy en el paraíso? pues no hay palabras suficientes para describir lo que viví en ese momento.
Sin embargo, puedo decir que el Papa nos recibió con gran alegría, y para nosotros, en tanto que cristianos argelinos, fuertemente unidos a Cristo por nuestra fe, eso nos fortaleció y nos dio ánimo para afrontar los miedos, los riesgos y las dificultades que pudiéramos encontrar en nuestro país.
Estoy orgullosa de decirlo: Soy Fatiha, la argelina que tuvo la inmensa suerte de rezar en dos capillas del Vaticano; orgullosa de decirlo, tuve la suerte de ir a la misa todos los días y visitar los lugares sagrados con mis hermanos y hermanas, y por eso, me gustaría que todos los musulmanes del mundo puedan ver a Dios tal que El es, el Dios del amor y del perdón.
Estoy orgullosa de ser cristiana, doy gracias a Dios por haber puesto en mi camino a la Hermana Jeanne, porque gracias a ella, descubrí quién es Dios y comprendí el misterio de la fe del cual ella siempre me hablaba. Sin olvidar, por supuesto, a las personas que contribuyeron, y participaron en la realización de éste maravilloso regalo que nos acompañará hasta el fin.
Padre, ésto es lo que puedo decir- a mi manera y en toda simplicidad- de lo que viví en Roma, aunque está muy lejos de describir todo lo que realmente siento, pues es tan grande y profundo lo que siento en mi corazón que no encuentro las palabras para describirlo,
Fatiha.
Artículo traducido del Boletín del Distrito nsa de Argelia, "Fenêtre Ouverte", diciembre 2016.
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