domingo, 19 de febrero de 2017

RECORDANDO A LA HERMANA PIA ZAPPA

Estamos en el año del centésimo aniversario de la muerte del padre Carlo Zappa, de la Sociedad de Misiones Africanas.
Como muchas lo sabemos, una hermana del padre Carlo, ingresó en nuestra Congregación: se trata de la Hermana Pía Zappa.
Es ella, quien después de la muerte de su hermano, que tuvo lugar en Asaba (Nigeria) el 30 de enero de 1917, a pedido de Mons. Broderick, vicario apostólico de Assaba, escribe la biografía de la familia Zappa.

Gracias a ella sabemos que la familia Zappa es originaria de la parroquia de Sta. María Segreta, en Milán. El papá, Domenico, es fabricante de cestas, y la mamá, Teresa Fontana, se ocupa de la familia, compuesta por cinco hijos: tres varones y dos niñas. Carlo será el cuarto hijo (nació el 23 de diciembre de 1861) y Linda (Hna. Pía), será la quinta.

Ya que a lo largo del año, recordaremos de manera particular, la figura del misionero, padre Carlo Zappa, nos pareció interesante, extender ese reconocimiento y hacer memoria también de su hermana, la Hermana Pía Zappa, de las Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles.  
Agradecemos a la Hermana Marisa Bina, por haber recogido éstos datos de la biografía de la hna. Pía Zappa.  


 


La Hermana Pía Zappa: una de las primeras misioneras

La Hna. Pía Zappa (Linda Zappa), nació en Milán, el 19 de mayo de 1865.
Ingresó en nuestro Instituto, el 30 de junio de 1890. Inicia el camino de formación a la vida religiosa misionera en Francia, en la casa madre de Venissieux.
Dos años más tarde, es enviada por primera vez en misión, en setiembre de 1892, a Mahalla, en Egipto. Es el primer impacto con las alegrías y las dificultades del apostolado misionero, inmersión en una gran cantidad de contactos y de experiencias que la preparan a las etapas posteriores.

En efecto, la espera la tan deseada "Africa negra": es enviada a Nigeria, donde permanece 11 años (1894-1905). Estuvo misionando en Allah, Assaba, Abèokouta, Acanogbede.
Luego regresa a su amado Egipto, donde permanece hasta su muerte, en Mèadi, el 29 de agosto de 1950. Tenía 85 años.


"Muero en la alegría, 
feliz de haber servido a Cristo
hasta el final de mi vida."



Con Africa en el corazón

"Con Africa en el corazón", la expresión puede parecer trivial, pero refleja muy bien la personalidad de Linda, Hermana Pía, que se apropió de las convicciones y de los valores de nuestro Fundador, el padre Agustín Planque.

El Padre Planque quería misioneras enamoradas del Evangelio y del Africa, el continente que, a su juicio, consideraba "Tierra de elección" para amar y servir, para ofrecer a su gente el don más grande: conocer a Jesucristo. 
No en vano dió a sus hijas, el modelo de los Apóstoles y de los primeros discípulos del Resucitado, que guiados por el Espíritu Santo, fueron "por el mundo entero" para anunciar al Salvador.

No se cansaba de repetir que para ser plenamente misioneras, es necesario ser antes que nada, verdaderas mujeres, es decir, tener una personalidad madura y llena de coraje, fuerte para afrontar las dificultades, creativas para abrir el corazón al Evangelio.

Los misioneros que partían hacia el Africa en la segunda mitad del 1800, encontraron en los colonizadores de aquella época, una ayuda fundamental para su inserción en varios países africanos: se servían de sus naves para los viajes, y de su ayuda para la inserción en los lugares que elegían para abrir las misiones.  

También la Hermana Pía, que llegó a Alla, Nigeria, en 1892, hace ésta experiencia, junto a las otras Hermanas y los Padres de las Misiones Africanas (sma), con quienes comparten el ideal misionero.
En la pobreza de medios y en las dificultades del contexto, son las virtudes humanas como el sentido común, el equilibrio, la paciencia, que la guían a ella y a la comunidad (eran tres Hermanas) para comenzar una obra que con el tiempo, será estable.
Como siempre, es importante, ante todo, el contacto con la gente, que en éste caso, ante el obstáculo de la lengua, se hace a través de gentileza, disponibilidad, servicio en las pequeñas cosas de cada día. 
En tanto que extranjeras, necesitaban ante todo, ganar la confianza de la gente y vencer el temor de que su presencia perturbe el equilibrio, causando desgracias.
Las hermanas comienzan entonces, de manera evangélica, de "a poco" y por los "pequeños" que eran los más necesitados.
Luego, lentamente, algunos corazones se fueron abriendo a la acogida, como por ejemplo, el jefe de un pueblo que muy anciano, enfermo y abandonado en una cabaña, luego de ser atendido por las Hermanas, acepta el Bautismo, pero no discretamente, sino que hace llamar a los nobles del pueblo, para hacer pública su decisión de ser cristiano. 

Las hermanas son incansables, visitan las cabañas y no tienen miedo de regresar, aún cuando recibieron gritos e insultos. 
Visitan también los pueblos vecinos, por supuesto, que andan de a pié. Uno de los pueblos es Ibu, una aldea fetichista que requiere unas 7 horas de marcha!
Más tarde, florece la alegría de los primeros catecúmenos que siguen regularmente el catecismo y también el apostolado del Bautismo de los recién nacidos en peligro de muerte.
Cuando tienen la posibilidad, también rescatan esclavos.
 Los aspectos más duros y crueles de la tradición animista, ligados al fetichismo, no frenan su empeño, la búsqueda de espacios de comunicación, a fin de construir una comunidad cristiana convencida y participativa.
Se inicia siempre de a poco, a través de pequeños gestos que a veces, pueden ser muy significativos, como un día, cuando durante la celebración de la Misa, un anciano se acerca al sacerdote, que se preparaba a elevar la hostia consagrada, le tira de la casulla y coloca un huevo sobre el altar, junto al cáliz: era su partipación al Sacrificio del Cristo, su don a Dios!
La hermana Pía recuerda, emocionada, éste gesto simple, que ella ve como un signo de cercanía al Señor, que ya está presente en medio de ellos. 
Estos son los caminos del Evangelio que los misioneros buscan en cada lugar del mundo!

El corazón se nos llena de agradecimiento y alabanza a Dios, frente al testimonio de nuestra Hermana, que nos recuerda que también hoy, la iglesia necesita evangelizadores animados por el amor y por la fuerza del Espíritu del Resucitado.
Los caminos del Evangelio permanecen siempre abiertos, la mies es abundante, y ondea frente a los operarios que están dispuestos a trabajar.


El sabor de los orígenes, en las cartas de la Hermana Pía. 

Leyendo las cartas de la Hna. Pía Zappa (dirigidas principalemente al padre Planque y a la Hermana Agustina Planque) vemos el testimonio vivo de nuestros orígenes, es decir, cuando Africa era para los misioneros, un mundo amado y desconocido, una realidad rica y misteriosa a descubrir, en la cual sumergirse con la paciencia del contacto, del intercambio con su gente.   

El contexto que la Hna. Pía y el resto de las Hermanas encontraron en Nigeria a partir del año 1894, tenía la dificultad del clima, de las tradiciones animistas profundamente arraigadas en la gente y mantenida viva por los fetichistas y por varios  curanderos que se presentaban como los únicos intermediarios para acceder a los dioses.

También era la época del rey, venerado y temido por su poder absoluto.
La hna. Pía, recuerda por ejemplo, el día en que el rey (ante quien los súbditos se postraban tres veces) le concedió el privilegio de visitar su harem, compuesto por unas 400 mujeres y sus numerosos hijos. 
Agudamente, nuestra hermana describe al soberano como un hombre aparentemente bueno, pero con una mirada dura e imponente, comprendiendo bien que con ese gesto, él quiso mostrarle su fuerza.

Al principio, la gente percibía a las Hermanas, como una presencia extranjera que podría tener alguna influencia negativa en sus vidas; se preguntaban perplejos, cómo era y cuáles eran los poderes que tendría el "gran Espíritu" del que, éstas mujeres blancas, habían comenzado a hablarles!
Algunos pensaban que se trataba de brujas que habrían llegado para envenenar a la gente.
Pero nada podía detener a éstas mujeres misioneras a las que el padre Planque les había pedido coraje, espíritu de iniciativa, fé, amor sin límites por Cristo y su Evangelio, al que debían anunciar a todos y en cada circunstancia.
Aún cuando la hna. Pía cuenta al padre Planque sobre sus temores, su incertidumbre, y miedo, termina siempre abandonándose a Dios, y reafirmando su deseo de que los africanos conozcan y abran sus corazones a Cristo.
La vida era muy dura en éstos inicios misioneros: las Hermanas vivían en una cabaña muy pobre, sin muebles; el baúl en el que habían transportado sus cosas se volvía la mesa sobre la que comían el  almuerzo que muchas veces se reducía a lo mínimo; a veces era difícil tragar los peces secos cocinados con un poco de aceite de palma.
Se apenaban por la capilla construida con caña de bambú, y por el altar tan desnudo, que trataban de embellecerlo con algunos objetos que recibían desde Lyon (Francia).
Sabían, sin embargo, que el adorno más bello eran los catecúmenos y los bautizados que poco a poco se volvían más numerosos. Ellos constituían la esperanza para el futuro cristiano del Africa. Por eso la mayor preocupación de las Hermanas era encontrar a la gente, tratándolos a todos con gentileza, para hacerles comprender que sólo les deseaban el bien.
Los primeros "amigos" son, como ya lo dijimos, los más pobres, los ancianos enfermos y abandonados en miserables cabañas, los mellizos recién nacidos que eran abandonados en el bosque porque se creía que eran portadores de desgracia, los discapacitados, que no tenían ningún futuro en la vida del pueblo.
Con el tiempo, crearon "El Refugio", una cabaña en la que hospedaban mujeres ancianas y enfermas, que a menudo llegaban allí para morir
También recibieron una niña, hija de una esclava, cuya madre no podía tenerla con ella. La niña creció con las Hermanas.
Un día les llevaron una recién nacida que corría el riesgo de que la maten, ya que su madre murió durante el parto. La Hna. Pía la alimenta como puede, y durante la noche la acuesta en una caja que coloca al pié de su cama. 
La alegría más grande de la Hna. Pía era cuando alguien aceptaba el Bautismo o cuando lograba bautizar un bebé en riesgo de muerte: saberlo en el cielo la recompensaba de todos sus sacrificios.
Y la esperanza reflorecía.
La vida misionera era entonces, más que nunca, don total, aún hasta entregar la vida. Había fiebres y otras patologías para las cuales en ese entonces, no existían medicamentos. Los misioneros eran bien concientes de que habían realizado un viaje, que para algunos, sería sin retorno.
También lo sabía la Hermana Pía. Luego de haber asistido a la muerte de dos Hermanas, sólo tiene palabras llenas de fe y de amor, y escribe: " Sin duda, éste es el culmen de la respuesta a la llamada que el Señor dirige a nosotras, consagradas para la misión, una vía luminosa sobre la que debemos continuar caminando, para realizar con fidelidad, el mandato que el mismo Jesús dio a los apóstoles de todos los tiempos: `Vayan y hagan mis discípulos a todos los pueblos...Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo!´

De una carta de la Hermana Pía, a la Hermana Agustina Planque*: 


                                                                                      Alla, Nigeria, 10/11/1895.
                                                                                      Viva Africa!


Dios y las almas.

Querida Hermana Agustina, 

(... )
Heme aquí desde hace nueve meses en la querida misión de Alla, a la que Dios en su bondad quiso enviarme: amo ésta misión y soy feliz. Ésta misión se encuentra río arriba de Assaba, a un día de canoa. 
Actualmente somos tres, es decir, el número aumentó de una, desde la llegada de la Hermana Salutaire.
Cuando las Hermanas llegaron al principio de éste año, todavía no había una iglesia. Nuestra parroquia consistía en una habitación muy pequeña, que apenas contenía unas diez o doce personas.
Por supuesto que nuestro trabajo permanecía desconocido por los africanos, y era casi imposible invitarlos para que vengan a la misión. 
(...)
Parece que las semillas sembradas en ésta nueva misión,  comienzan a germinar, y deja entrever una buena cosecha para el futuro. Entre éstas miles de almas (...) vemos algunas que, dóciles a la voz de Dios que las llama, vienen regularmente a la capilla con la buena disposición de conocer el buen camino. 
...Los domingos, viene un gran número de personas a la capilla: unos por curiosidad, otros, tal vez para pasar un poco de su tiempo; por el momento, aún no comprenden nada, sólo observan...y escuchan. Esperamos que un día, tocados por la gracia divina, ellos también se encuentren entre los hijos de la iglesia.
También contamos con unas cincuenta niñas a las que, todos los domingos, las Hermanas les enseñamos las oraciones y el catecismo: si ellas perseveran, que hermoso sueño para el futuro!
Continuamos con las visitas a las aldeas, visitamos a la gente en sus cabañas para hablarles de Dios...
(...)
Hasta ahora, la salud de las Hermanas es bastante buena, pese a las fiebres que nos visitan de vez en cuando. Rece por nosotras, querida Hermana Agustina, y reciba nuestros deseos de un buen año, lleno de felicidad y bendiciones; me gustaría que ésta carta vuele atravesando el mar, para hacerle llegar muy pronto nuestros sinceros deseos.
Reciba, querida Hermana, mi sincero y profundo respeto y mi absoluta sumisión.

                                        Hna. Pía. 
              




* La Hna. Agustina Planque, es sobrina del padre Planque, y fue la primera Superiora General del Instituto. 



- Artículo traducido del boletín de las Hermanas nsa de Italia, "Il Ponte", enero 2017.







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