martes, 7 de febrero de 2017

DÍA INTERNACIONAL DE ORACIÓN Y REFLEXIÓN CONTRA LA TRATA DE PERSONAS


8 de febrero del 2017.

Introducción

En su mensaje 2017 por la Jornada Mundial de la Paz, el papa Francisco habla de la violencia “por partes” que invade nuestro mundo, violencia de diferentes tipos y magnitudes que causa un gran sufrimiento global. 
La trata de personas es una de estas fuentes de sufrimiento, pero también es cierto que la trata en sí es el amargo fruto de formas más profundas de violencia interconectada con nuestras realidades sociales, culturales, económicas y medioambientales. 

Las-os invitamos en esta oración a reflexionar sobre esta violencia presente en muchos de nuestros ámbitos sociales, culturales, económicos y medioambientales, violencia que intensifica la vulnerabilidad frente a la trata de personas.


Preguntas de reflexión

Esta oración por la fiesta de Santa Josefina Bakhita incluye momentos tanto de reflexión personal, como de compartir, compromiso y oración comunitaria. 
Les sugerimos que, antes de la reunión comunitaria, dediquen un tiempo a los relatos que encontrarán más abajo, considerando las siguientes preguntas:

  • ¿En qué partes de los relatos identifica violencia social, cultural, económica o medioambiental? ¿Dónde y de qué manera estas formas de violencia interactúan en los relatos o en su propia experiencia?
  •  ¿Cómo estos ejemplos de violencia intensifican la vulnerabilidad frente a la trata de personas?
  • ¿Dónde, en su sociedad, puede observar realidades sociales, culturales, económicas o medioambientales que causan vulnerabilidad frente a la trata de personas? ¿De qué manera podríamos estar contribuyendo inconscientemente con estas realidades a través de nuestras elecciones?
  • ¿De qué forma el hecho de comprender las causas sociales, culturales, económicas y medioambientales de la trata de personas influye sobre nuestra respuesta?

Voces de vulnerabilidad
  1. Soy Akosua. Mi familia ha atravesado tiempos difíciles. Por tradición, nuestra gente confiaba en la familia extendida para su sustento, pero ahora que la pobreza nos fuerza a partir a la ciudad, nuestras viejas costumbres están desapareciendo.

Teníamos muchas esperanzas cuando llegamos a Accra (Ghana), pero mi padre perdió su trabajo, y nosotras, sus hijas, dejamos de ir a la escuela. Papá no pudo encontrar trabajo de nuevo, y mis hermanas y yo tuvimos que buscar la manera de sostener a nuestra familia. Para las muchachas, y especialmente para los jóvenes sin preparación, hay muy pocas opciones.

Hay muchas niñas y niños viviendo y trabajando en las calles de Accra actualmente. Algunas-os mendigan, y muchas niñas y mujeres (como mis hermanas y yo) trabajamos como kayayei, mujeres que transportan en sus cabezas mercadería para los clientes, desde y hacia los mercados. Mis hermanas menores y yo trabajamos muchas, muchas horas cada día. El trabajo es arduo y ganamos muy poco dinero, incluso en los mejores momentos. Los clientes nos pagan lo que consideran que merecemos. Esto nos mantiene pobres, susceptibles a enfermedades y vulnerables frente a la violencia. A veces los clientes abusan de nosotras, y las calles pueden ser peligrosas por la noche. Incluso hay niñas que desaparecen. Temo por las pequeñas. ¿Quién nos protegerá? 

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2- Hasta donde podemos recordar, hemos vivido siempre cerca de nuestras tierras y cultivado nuestra propia comida. Ahora, nuestro clima está cambiando y las aguas suben. La tierra es escasa. El suelo ya no es tan bueno como antes. Soy Sachh, y soy responsable por mi esposa y mis dos pequeñas hijas.

Cuando llegaron las inundaciones tuve que prestarme todo el dinero que pude para poder rehabilitar nuestra tierra y nuestra casa. Esperábamos que, si teníamos mucho cuidado, nuestros nuevos cultivos nos sostendrían y permitirían pagar nuestras deudas. Al llegar las inundaciones nuevamente, perdimos toda esperanza.

Nuestras opciones son muy difíciles: Aunque nuestra hija mayor, Shoma, tiene solo 13 años de edad, ya ha recibido una muy buena oferta de matrimonio. Shoma teme que se concrete este acuerdo, pero su dote podría significar para nuestra familia la diferencia entre vivir y morir de hambre. O, quizás, yo podría dejar a mi familia y migrar a Dhaka (Bangladesh), como tantas otras personas han hecho. Si todo sale bien podrían mudarse conmigo después. Pero los agricultores no siempre se adecuan a la ciudad, y las condiciones laborales ahí pueden ser mortales. He escuchado que algunos trabajadores son tratados muy mal, son amenazados y golpeados, y no sé qué podría ocurrir con mi esposa e hijas mientras yo no esté. ¿Qué será de nosotros-as y de nuestra tierra?
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Mi nombre es Adriano, y, al igual que mi padre y mi abuelo antes de mí, soy un trabajador del campo. Cuando la pobreza en mi zona se volvió insoportable, estaba desesperado por encontrar una forma de sostener a mi familia. Un día, se me acercó uno de los gatos (agentes laborales) cuya tarea es encontrar trabajadores para las plantaciones de café. Él me prometió alojamiento y comida. Me sentía afortunado de tener esa oportunidad. El café es vital para la economía de mi país, y parte integral y cotidiana de nuestra cultura brasileña.

Un grupo de trabajadores y yo recorrimos una gran distancia en bus hasta la plantación. Ninguno de nosotros estaba seguro de nuestro destino de viaje. Al llegar no tardamos en darnos cuenta de que las condiciones de vida eran pobres e insalubres. Nada era como nos habían prometido.

Inmediatamente nos dijeron que debíamos pagar al propietario por el costo del transporte, así como por el alimento y el hospedaje. Las condiciones de trabajo no son mejores: muchas horas y muy poca paga. Nos cobran incluso por los equipos protectores que necesitamos para trabajar. Muchos de nosotros estamos oprimidos por esta deuda, y no tenemos esperanza de salir de ella. Algunos dirán que la esclavitud desapareció cuando mis ancestros se liberaron, pero hoy, aquellos de nosotros-as que no tienen educación y cuyas familias han sido pobres por generaciones, corremos todavía el riesgo de sufrir estas humillaciones. ¿Quién velará por nosotros-as?
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Me llamo Luz. Las drogas y las bandas que trafican con ellas han llenado nuestra ciudad de miedo y desesperanza, y han causado una pobreza increíble. Estas bandas nos quitaron a nuestro padre, y mi madre temía que mi hermano Carlos perdiese la vida del mismo modo. Cuando le aseguraron que podríamos ir a la escuela una vez llegásemos a los Estados Unidos, mi madre entregó los ahorros de su vida a los contrabandistas para que nos llevasen ahí.

Al viaje a través de Guatemala y México fue duro y peligroso, hubo muchas ocasiones en las que pensamos que podríamos morir o ser asesinados. Los hombres que nos llevaban a los Estados Unidos estaban armados en todo momento. Ellos nos instruían sobre qué hacer si nos capturaban las autoridades y sobre qué deberíamos decirles. Nos amenazaban continuamente con hacernos daño a nosotras-os o a nuestras familias si nos equivocábamos al decir o hacer las cosas. Vivíamos en un miedo constante.

Cuando finalmente cruzamos la frontera a los Estados Unidos, nos sentíamos agradecidos. Finalmente parecía que nuestra pesadilla llegaba a su fin. Pero mi hermano y yo pronto fuimos detenidos por oficiales de inmigración y nos metieron en un alojamiento para menores no acompañados. No sabíamos lo que sería de nosotros, y temíamos que nos regresaran a Honduras.

Carlos y yo sentimos alivio al saber que habíamos sido apadrinados por compatriotas hondureños, que decían ser nuestros parientes. Al parecer por fin estaríamos protegidos y bajo un mismo techo. En lugar de eso, nuestros “padrinos” nos enviaron a trabajar a una granja avícola junto con muchos-as otros-as jóvenes como nosotros-as. Trabajamos día y noche bajo terribles condiciones. Vivimos en la inmundicia y somos constantemente abusados-as por los hombres armados que nos custodian. No tenemos a nadie que nos proteja. ¿Quién hablará por nosotras-os?

 
Reflexión Personal

Luego de reflexionar en estas historias, elija una de las cuatro áreas (social, cultural, económica o medioambiental) y comprométase a realizar una acción específica para reducir la vulnerabilidad frente a la trata de personas en dicha áreas. Estos compromisos se darán a conocer en la reunión comunitaria.

Reflexión y diálogo comunitarios

Reúnanse, usando música apropiada si lo desean. Lean meditativamente y en voz alta los relatos y a continuación den a conocer las ideas de su reflexión personal. Cuando esta conversación termine, compartan los compromisos individuales que han asumido. Una respuesta sugerida a cada compromiso es:

Respuesta: Proverbios 31:8-9 (New Living Translation)

8 "Habla en defensa de quienes no puede hablar por sí mismos;
asegúrate de que se haga justicia a las personas oprimidas.
9 Sí, habla por las personas pobres y desamparadas,
y vela porque obtengan justicia. "


 
Oración de cierre

Cierren con los extractos de la interpretación de Nan C. Merrill’s del Salmo 72, a continuación.

Salmo 72: 1-4; 12-14

Trae justicia a los pueblos, Oh Bienamado,
¡y tu misericordia a todas las generaciones!

Que las personas sean conocidas por su misericordia
¡y que hagan justicia a los más pobres!

Permite que sus espíritus se eleven como el águila,
¡permite que la alegría viva en todos los corazones!

Que atendamos los gritos de las personas pobres,
de las jóvenes y las mayores,
ayudando a liberar a los necesitados,
¡despertando las almas de los opresores!

Porque Tú atiendes a los necesitados cuando te llaman,
a los pobres y a los que no tienen amigos.

Tú tienes compasión por lo débiles y
los esclavizados,
Tú les das fortaleza y esperanza.
Tú redimes sus vidas,
de la injusticia y la opresión;
y son preciosas y preciosos en tu Corazón.

Nan C. Merrill, Psalms for Praying: In Invitation to Wholeness

[Salmos para la oración: En invitación a la integridad] (New York: Continuum International Publishing Group, Inc., 2007) 136-137

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