sábado, 27 de junio de 2015

RECORDAR PARA REVIVIR

Me pidieron que escriba un pequeño testimonio. Recordar las vivencias pasadas es importante ya que no sólo se vive en el presente.
Llegué al Burkina Faso en 1987 y permanecí allí hasta 1994. Al poco tiempo de llegar en aquel país acogedor y bello, me sentí en mi propia casa. 

Fui enviada a la comunidad de Hermanas nsa en Tibga, diócesis de Fada N´Gourma, al este del país. En la comunidad ya se encontraba la Hermana Alma Comi, que me ayudó a comenzar el trabajo en la pastoral y con las mujeres de las aldeas.
Recuerdo con cariño y nostalgia muchos rostros de aquellas mujeres. En los encuentros formativos buscábamos ejemplos extraídos de la Palabra de Dios, ellas eran felices al descubrir que en la Palabra de Dios, la mujer es valorada y ésto las llenaba de esperanza. Algunas eran esposas de los catequistas, y el compartir la Palabra de Dios, aportaba más serenidad a sus familias.

Su devoción a la Virgen María, "Mariam Songo", en la lengua moré, la expresaban con el rezo del Rosario. Todas querían tener su propio rosario y se lo colgaban en el cuello. Rezando se sentían comprendidas en la dificultad, consoladas en el sufrimiento...Mariam Songo sostenía su esperanza!

El recuerdo de los niños me conmueve aún hoy! Como el pequeño Lázaro, de 6 años que se preparaba al Bautismo. Venía a la iglesia a las 6 de la mañana para participar de la celebración Eucarística. Una mañana lo acompañé hasta su casa. Le pregunté, mientras lo acariciaba: "Lázaro, hoy rezaste mucho, verdad?" Sus ojos estaban llenos de luz, y me sonrió. Más tarde me avisaron que Lázaro ya estaba en el cielo.

Recuerdo con alegría la peregrinación de los niños y niñas con sus catequistas, durante la cuaresma. Se recorrían muchos kilómetros bajo el sol intenso de la sabana. Al llegar se les servía agua y  torrejas hechas de harina de sorgo.

Recuerdo también aquella Navidad en que los niños hicieron los ladrillos para construir el pesebre. Ellos habían visto trabajar a los albañiles que hacían los ladrillos con paja y barro, amasando todo con los pies. Y luego construían los muros.
Entonces tomaron latas de sardina para moldear sus ladrillos y hacer los pesebres. Pero pusieron demasiada agua y los ladrillos se rompieron. Pese a ésta dificultad, los niños no abandonaron su proyecto y recomenzaron. En Navidad, Jesús tenía su propia casa! Estos niños, en su ingeniosidad y en la alegría de haberse ayudado unos a otros, comprendieron que cuando las cosas no salen como proyectamos, es necesario seguir adelante sin perder la esperanza!


                                                               Hermana María Virginia Castelli, nsa

Traducido de la revista "Regina Apostolorum", de las Hermanas nsa de Italia, marzo 2015

No hay comentarios.: