martes, 16 de febrero de 2016

LA MISION AYER Y HOY: HNA. MONIQUE MARTIN

DE LAS CABALLERIZAS A LA PERRERA

En El Cairo (Egipto), en el barrio de Choubrah, donde pasé 18 años, vivíamos en lo que quedaba del palacio de la reina Anga Hanen: las caballerizas.
En Champignelles (Francia), nuestra comunidad de Hermanas nsa, ocupaba lo que quedaba de un castillo quemado durante la revolución: la perrera.
De esos dos lugares, florecieron dos hermosas misiones: en Choubrah, dos escuelas con 1400 alumnos. En Chamnpignelles, nuestra casa estaba cerca del centro de un pequeño pueblo rural. Dos experiencias misioneras muy diferentes entre sí, pero las dos, sumamente ricas e interesantes.

Cuando las primeras Hermanas nsa llegaron a Champignelles en 1972, un niño que nunca antes había visto religiosas, corrió para decir a su madre: "Mamá, ven a ver, hay curas (sacerdotes) mujeres que acaban de llegar!"
El futuro le daría la razón. En febrero de 1988, yo descubría Champignelles.
Muy pronto, el sacerdote responsable del sector me dijo: "Ahora es tu turno de tomar la responsabilidad de la parroquia. Yo tengo demasiado trabajo, no puedo continuar. Hablaré sobre ésto al obispo."" Y así fue.

El Yonne (https://es.wikipedia.org/wiki/Yonne) era conocido como un lugar descristianizado y no tenía suficientes sacerdotes. La tarea era inmensa.
Como San Pablo, es "temblando de miedo" que acepté la que siempre será para mí, "la misión más hermosa de mi vida."
Un parroquiano me dijo: "Es el Espíritu Santo quien la envía a nosotros!". Supe que tendría que poner toda mi confianza sólo en Dios y abandonarme a El, más que nunca. Esta era, evidentemente, su obra y no la mía. Era el mismo Dios, que actuaba en medio de los pobres.

Nuestra casa estaba en el corazón del pueblo. Un sacerdote me hizo ésta reflexión: "Si tu comunidad no es una comunidad orante, no podrás hacer nada."
Entonces, cada semana, comenzamos a invitar a los parroquianos para un momento de adoración en nuestra pequeña capilla. Juntos, rezábamos por toda la parroquia. Poco a poco, crecía el número de personas que venían a la adoración. Algunos venían de bastante lejos. Y fueron tantos, que nos vimos obligados a buscar un lugar más grande. 

Mientras tanto, la parroquia, que comprendía 4 comunas, se organizaba. Un Equipo de Animación Pastoral (EAP) compuesto por dos mujeres y dos hombres, comenzó a funcionar. 
Comenzamos a ofrecer diversos servicios: Equipo de oración para los difuntos en el cementerio (sin sacerdote); ADAP (Asamblea Dominical en la Ausencia de Sacerdote), Consejo Parroquial, y todo lo que forma parte de una parroquia, que debíamos continuar y/o reorganizar.

El sacerdote que hasta ahora había acompañado ésta comunidad, se retiró poco a poco, dejando lugar al cura párroco de la parroquia vecina nombrado por el obispo como "garante" de la buena marcha de nuestra parroquia. Este cura párroco siempre estaba dispuesto a ayudarnos en lo que necesitábamos, asistía a las reuniones del EAP y a las del Consejo Parroquial, sin intervenir.

El Señor realizaba su obra. Por ejemplo, un día, el ex contratista de la construcción, pidió una Biblia. No sólo la leía atentamente, sino que cada semana, él iba para encontrarse con la persona que aseguraba la permanencia en la parroquia para re descubir al Jesús de su Bautismo, haciendo mil y un preguntas. O éste otro hombre, que decía: "Usted me comprende? Me olvidé muchas cosas, pues no tenía tiempo de pensar, reflexionar, profundizar mi fe."
Cada uno de los que volvían a encontrarse con Jesús, me llenaba de alegría. Cuántas veces fui testigo de las maravillas que Dios realizaba en los corazones! y cuántos testigos de la fe entre los laicos que me rodeaban y acompañaban en la misión! 
Recuerdo un hombre que venía a las preparaciones de la liturgia, después de haber terminado de cuidar a sus animales. Más de una vez nos decía: " No tuve tiempo de comer, eso queda para más tarde."

Cada semana, la preparación de la liturgia daba lugar a un intercambio de experiencias sobre nuestra propia fe. Se creaba un clima de confianza que permitía que surgiesen las más diversas preguntas.
Tampoco puedo olvidar al la pequenita de 9 años que para el Día de la Madre, escribió ésta carta a su mamá: "Para tí, mamá (seguido de un dibujo). Yo hice un enorme sacrificio, entonces, por favor, poné de tu parte un pequeño esfuerzo: cree en Dios. Me gustaría que todos los domingos vayamos juntas a la Misa y que seamos felices. Si aceptas, muchas gracias!
(Luego seguía ésta oración a Dios): Señor, cada día, mamá me ayuda en mis tareas. Ella comprende mis penas, y con su alegría, elimina todos mis miedos. Para agradecerle, quiero que ella crea en Ti, Señor, Tú nos amas, y papá, mi hermanita y yo, te amamos también. Sólo quiero que mamá también te ame. Amén."
La mamá, abrió su corazón al amor de Dios, se convirtió y se puso a servir en la parroquia.  

Esta misión sacerdotal, permanecerá como el más preciado regalo que Dios hizo a mi vida misionera. 
"Acaso hay algo que Dios no pueda realizar?" (Gen. 18, 14)

                                                                                         Hna. Monique Martin, nsa

Artículo traducido de la revista de las Hermanas nsa de Francia: "France Horizon", nº 125.

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